Lo que aprendí de los extraños

José Palacios Restrepo
2 min readJul 2, 2021

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Por: José Daniel Palacios Restrepo

Hace poco escribí un reportaje para la universidad. Cuando empecé, después de haber leído Un beso de Dick de Fernando Molano, supe que el único tema del que podía hablar era el amor, además que el momento — iniciando la pandemia — exigía que alguien mirara hacia atrás buscando los restos del cariño en las pandemias y en las culturas del mundo.

Mientras escribía logré entrevistar a Juliana Castrillón, directora de Conexpresión, una organización que aborda temas como el yoga y otros derivados de prácticas espirituales. Ella, en una conversación larga que tuvimos por teléfono en medio del confinamiento indefinido que se postergaba cada vez más, intentó explicarme por qué los seres humanos estamos conectados entre nosotros. Esa vez fue una de las primeras veces que escuché ese concepto.

Castrillón, con una analogía, me ponía el ejemplo de los árboles en el bosque, decía algo así como que nosotros éramos como esos árboles que estaban plantados y en el subsuelo tenían sus raíces unidas para compartir los nutrientes y minerales que necesitaban para sobrevivir.

Por un tiempo me quedé pensando en eso. Suponía, con los días, que los otros con los que uno está conectado eran los que estaban cerca: la familia y los amigos; solo hasta que en el club de lectura de la oficina leímos Desafiando la tierra salvaje de Brené Brown.

Ahí entendí la parte que me hacía falta: esa conexión humana ha sido estudiada durante muchos años y, además, se ha comprobado que ahí ocurren muchas cosas buenas — como las experiencias colectivas de dolor o alegría — y algunas malas, como la desconexión que propician algunos discursos de odio.

Entonces, después de saber que estamos irrefutablemente relacionados con los otros, ¿para qué sirve un sistema de correspondencia? esa fue mi primera pregunta.

Después de pensarlo unos días, llegué a una conclusión que quiero compartir: escribirnos unos a otros, a través de un sistema que conserva la magia de lo que no es inmediato, es un homenaje para descubrir en esos extraños a personas que tienen algo para contar: una vida como la nuestra. En el ejercicio hay quienes que ven su paso por el mundo con pesimismo o alegría, que intentan llegar al final del mes con su salario o que están atravesando por un momento difícil.

La razón más importante de para qué sirve escribirse cartas con un extraño, es aprender de sus historias, mirarlo de cerca y reconocer que aún cuando alguien no hace parte de la cotidianidad de la vida, siempre comparte atributos con los que es fácil relacionarse y que exista un solo lugar que propicie esa conexión humana, es un tesoro.

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José Palacios Restrepo

Soy un inconforme buena gente. Escritor en todas mis facetas y curioso en mis tiempos libres.